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sábado, 24 de septiembre de 2011

Eros

Sus dedos se enredan en mi pelo al apartarlo de mis ojos. Acaricia mi nuca y con un dedo recorre mi espalda. Coge mis caderas y acerca nuestros cuerpos. Me abraza. Noto su aliento en mi oreja y me estremezco.
Me besa los hombros, el cuello, la mejilla, y mis labios, ansiosos, buscan los suyos. Me doy la vuelta y pego mi pecho, mi vientre, mis muslos. No quiero que quede ni un centímetro de mí que no roce su piel.
Le beso, primero con cuidado, luego le beso apretando nuestras bocas. Mojo sus labios y nuestras lenguas se encuentran y comienzan un juego que acelera nuestra respiración. Me lo quiero comer.
Su pene crece, se endurece y mi clítoris empieza a latir. Los acariciamos, los besamos, los chupamos.
Quiero que esté dentro de mí. Me siento a horcajadas encima de él. Me penetra y una ola de calor sube por mi columna hasta mi cara. Y comienzo a moverme, primero lentamente para acompasar nuestro ritmo y, poco a poco, el movimiento se vuelve más rápido. Pone una mano en mi pubis y la otra en mi espalda dirigiendo mi cuerpo. Noto el calor de su mano. Pregunta si la siento, si me gusta. Le vuelvo a besar... sus labios están ardiendo.
Ya no puedo más y se lo digo. –Sigue-. Al oír su voz me abandono. mi cuerpo se arquea y ya no oigo nada. Un minuto en el que estamos solos su pene y mi orgasmo. Mi mente se nubla de placer.
Después la calma, el silencio, las caricias y las prisas. Se viste, me visto, nos vamos, nos besamos. No le pregunto su nombre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante y bien redactado relato.